Panamá: fragmentada por una invasión que no se olvida


Panamá: fragmentada por una invasión que no se olvida 
¿Qué nos quedó después de 30 años?

Bombas de mil y dos mil libras se detonaron por al menos 13 horas la madrugada del 20 de diciembre de 1989, estas estremecieron al istmo tal como si la furia de la naturaleza se hubiera ensañado con Panamá; la tranquilidad de la noche a solo cuatro días de la Navidad se convirtió en terror. Miles de familias quedaron sin hogar y peor aún, otras perdieron a sus seres queridos a manos de la Fuerza Armada de Estados Unidos que protagonizó la invasión a Panamá, con la excusa de liberar al país del militarismo y derrocar al denominado “Hombre Fuerte de Panamá”, Manuel Antonio Noriega. 
Han pasado 30 años y la herida por las muertes y destrucción sigue abierta, las lágrimas de quienes perdieron a sus seres queridos ruedan por sus mejillas al revivir en su mente aquella masacre, lloran de tristeza, de dolor, de impotencia y por la nostalgia de quienes murieron y quienes nunca volvieron a casa. 
Este 20 de enero de 2020 se inició la exhumación de algunos cadáveres enterrados en una fosa común en el cementerio Jardín de Paz en la ciudad de Panamá y es que finalmente, luego de una ardua lucha se intentará reconocer a algunas de las víctimas.
Allí estaban bajo el candente sol los hijos y la viuda de Braulio Bethancourt, un teniente cuyo cuerpo supuestamente fue enterrado en la fosa, pero según sus familiares, ese no es. Ellos se han realizado pruebas de ADN y esperan poder confirmar su corazonada. 

Brigitte Bethancourt expresó al diario Panamá América que "En ese entonces yo era militar, trabajaba en las Fuerzas de Defensa como maestra y me tocó uniformarme para ir a ayudar a la exhumación de algunos cadáveres; cuando sacan el primer cuerpo sale el nombre de Braulio Bethancourt y yo ese cadáver lo toqué, por lo que sé que no es mi papá y está enterrada esta persona que a lo mejor sus familiares la están buscando", manifestó de forma muy segura la hija del teniente fallecido.
Informes del Ministerio Público detallan que serán verificados 14 cadáveres, de estos siete fueron identificados en una exhumación anterior y siete son de desconocidos, esto a petición de las familias.
En total serán exhumadas 19 fosas de la parcela 90 del camposanto, de personas desconocidas. Se prevé que las diligencias duren unos 60 días.
Pero, ¿cuántos muertos dejó la invasión? ¿quién dice la verdad? ¿fue una causa justa? Treinta años después, ¿qué dejó la invasión? Son muchas las interrogantes que a pesar del tiempo no han sido despejadas y tal como lo afirma el historiador, escritor y profesor universitario Gilberto Marulanda “Existe la gran posibilidad de que no sepamos cuántos muertos hubo por la invasión”.
Él es explícito al afirmar que durante 30 años los gobiernos no han reconocido a las víctimas de la invasión, ni monumentos o la creación de políticas públicas existen para atender a las víctimas. “Se ha condenado a miles y miles de panameños a vivir su frustración y traumas en silencio… El Estado está en deuda y tenemos que conocer más del tema, visibilizar a las víctimas y darle atención a esos hermanos que han sufrido en silencio durante tantos años”. 
Y es precisamente por esto que autores como Marulanda, Luis Acosta, Olmedo Beluche, Pedro Rivera, entre otros, han recogido y plasmado la historia en obras literarias, como para darle fuerza al lema bastión de lucha de los inocentes “Prohibido Olvidar”. 

Archivos desclasificados

Y cómo olvidarlo cuando las dudas no han sido despejadas y tres décadas después, a días de otro aniversario de tan amargo suceso se sacó a la luz una serie de archivos de Estados Unidos hasta ahora desconocidos. 
Estos fueron publicados en “Panama Files”, un proyecto desarrollado por el colectivo de periodistas Concolón en una alianza con la Comisión 20 de Diciembre y el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington.
“Hay memos durante un año sobre las cifras de panameños muertos en el ataque. Tras contar los cuerpos que ellos mismos enterraron en fosas y agregar las cifras proporcionadas por el Instituto de Medicina Legal, llegaron a la que mantuvieron para siempre: 202 civiles, 314 militares”.
Los informes se refieren a que “por esas muertes civiles y otros cargos, sometieron a tribunales marciales a 19 miembros del Ejército y 17 fueron condenados. Un documento precisa que tres miembros de la Séptima División de Infantería y uno de la 82nd Airborne Division fueron condenados por matar civiles. Otros celebran el éxito de una operación que terminarían tomando como modelo”.


Según narra el periodista Nicanor Alvarado en la nota Estados Unidos y el afán por construir una narrativa, “entre los documentos desclasificados, hay uno que refiere a una reunión de julio de 1987 en la Sala de Situación de la Casa Blanca en la que participó el entonces asesor de seguridad Colin Powell, funcionarios del Departamento de Estado y de la CIA. Allí mostraban preocupación por lo que llamaban el “emocionalismo antiestadounidense” que sentían había en Panamá para esas fechas, tras el giro de timón de Estados Unidos sobre el General Manuel Antonio Noriega”.
Alvarado, quien forma parte del colectivo Concolón hace énfasis en que dicho documento Operation Just Cause reproduce una frase del congresista republicano por California, Robert Dorman y que califican de memorable: “La próxima vez que un estadounidense sea tocado por las Fuerzas de Defensa de Panamá deberíamos golpearlos con una tonelada de ladrillos”. Y, cierra: «Una tonelada de ladrillos se deletrea: 82 Fuerza Aerotransportada”.


Las dos Panamá antes y después de la invasión

Eduardo Flores Castro, rector de la Universidad de Panamá, muestra de forma clara en el prólogo que forma parte del libro La Verdad sobre la Invasión, del profesor universitario Olmedo Beluche, cómo el pequeño país se dividió en dos: por un lado, quienes clamaban por la intervención estadounidense y vitoreaban con regocijo la caída del régimen militar, anteponiendo incluso el dolor de las víctimas inocentes de tan ruin suceso. Por otro lado estaban quienes lloraban por la masacre, los bienes perdidos y “por el dolor de ver la patria mancillada”.  
El autor del libro cuya sexta edición fue impresa a inicios de 2019 (la primera en diciembre de 1990), da a conocer datos que aún 30 años después muchas personas desconocen. 
Él se enfoca en documentos que dan algunas luces de la razón de Estados Unidos para atacar al indefenso Panamá. Uno de ellos es un extracto del documento Santa Fe II del Grupo Santa Fe, un organismo privado “que pretende orientar la política exterior norteamericana, especialmente hacia América Latina”. Una de sus propuestas para 1990 era la salida del poder de Manuel Antonio Noriega y que el Las dos Panamá antes y después de la invasión

Eduardo Flores Castro, rector de la Universidad de Panamá, muestra de forma clara en el prólogo que forma parte del libro La Verdad sobre la Invasión, del profesor universitario Olmedo Beluche, cómo el pequeño país se dividió en dos: por un lado, quienes clamaban por la intervención estadounidense y vitoreaban con regocijo la caída del régimen militar, anteponiendo incluso el dolor de las víctimas inocentes de tan ruin suceso. Por otro lado estaban quienes lloraban por la masacre, los bienes perdidos y “por el dolor de ver la patria mancillada”.  
El autor del libro cuya sexta edición fue impresa a inicios de 2019 (la primera en diciembre de 1990), da a conocer datos que aún 30 años después muchas personas desconocen. 
Él se enfoca en documentos que dan algunas luces de la razón de Estados Unidos para atacar al indefenso Panamá. Uno de ellos es un extracto del documento Santa Fe II del Grupo Santa Fe, un organismo privado “que pretende orientar la política exterior norteamericana, especialmente hacia América Latina”. Una de sus propuestas para 1990 era la salida del poder de Manuel Antonio Noriega y que el
Las dos Panamá antes y después de la invasión

Eduardo Flores Castro, rector de la Universidad de Panamá, muestra de forma clara en el prólogo que forma parte del libro La Verdad sobre la Invasión, del profesor universitario Olmedo Beluche, cómo el pequeño país se dividió en dos: por un lado, quienes clamaban por la intervención estadounidense y vitoreaban con regocijo la caída del régimen militar, anteponiendo incluso el dolor de las víctimas inocentes de tan ruin suceso. Por otro lado estaban quienes lloraban por la masacre, los bienes perdidos y “por el dolor de ver la patria mancillada”.  
El autor del libro cuya sexta edición fue impresa a inicios de 2019 (la primera en diciembre de 1990), da a conocer datos que aún 30 años después muchas personas desconocen. 
Él se enfoca en documentos que dan algunas luces de la razón de Estados Unidos para atacar al indefenso Panamá. Uno de ellos es un extracto del documento Santa Fe II del Grupo Santa Fe, un organismo privado “que pretende orientar la política exterior norteamericana, especialmente hacia América Latina”. Una de sus propuestas para 1990 era la salida del poder de Manuel Antonio Noriega y que el simple proceso electoral de 1989, no era suficiente para el restablecimiento de la democracia, imperaba también una reestructuración dentro de las fuerzas de defensa, tener tribunales realmente independientes y el restablecimiento de la economía.
Como un ente norteamericano, atribuían todos los males del sistema a la Dictadura, por ser corrupta, y corromper así mismo a todas las instituciones del Estado, añadiendo a todo esto que, pese a todo, la administración Jimmy Carter depositó sus esperanzas en una alianza que pudiese salvar al sistema, realizando reformas a la Constitución.
Para Estados Unidos, las distintas revueltas encabezadas por los militares para derrocar al general Noriega no eran la solución norteamericana a la crisis, por ello fueron intentonas, ya que el objetivo no era solamente sacarlo del poder, sino desmantelar, dejar sin vida a la institución que para los norteamericanos era la causante de todos sus males en lo que ellos querían fuese la respuesta de Panamá a las solicitudes de los Estados Unidos. Sin olvidar el especial interés que aún permanece vivo hacia la administración del Canal de Panamá (que pasó a manos panameñas el 31 de diciembre de 1999 mediante la firma de los Tratados Torrijos-Carter).

La hora cero y sus víctimas

“El sismógrafo de la Universidad de Panamá, muestra el efecto destructivo de aquella agresión militar norteamericana, cuando siendo las 12:46 a.m. del 20 de diciembre y durante las 14 horas siguientes, hasta que dejó de funcionar, registró 417 impactos de bombas en la ciudad de Panamá. De los 417 bombazos, al menos media docena tuvieron una gran capacidad destructiva.  Sesenta y seis (66) de ellos cayeron en los primeros cuatro minutos”, relató Beluche.
El número de pérdidas de vidas humanas y heridos, es el aspecto que más variación de criterio tiene de todo este suceso. Ni una sola entidad del Estado ha sido capaz de divulgar una cifra oficial sobre la cantidad de muertos y heridos, pese a que organismos relacionados con los derechos humanos en Panamá pidieron al Gobierno Nacional que se aprovechara el censo de mayo de 1990 para reconocer con exactitud el número de víctimas, este negó la petición.

Beluche señala en su escrito que La Cruz Roja Panameña, en un comunicado del 21 de febrero de 1990, dice que atendieron un total de 1,017 heridos comunes y llevaron a la morgue un total de 129 cadáveres; en cuanto a los desaparecidos recibieron con posterioridad a la invasión 1,513 solicitudes de búsqueda, dando respuesta a la persona viva o en las listas de muertos o prisioneros, a un total de 1,462. 
La Cruz Roja recogió cuerpos sin vida en diferentes sectores de la ciudad, con excepción de El Chorrillo, sitio que sufrió más los ataques, ya que la fuerza militar estadounidense impidió realizar esta labor durante los primeros días y no fue hasta el 22 de diciembre que se permitió entrar (pero un cable de France Press señala que fue hasta el 24 de diciembre).
Haciendo un recuento de personas afectadas se pudo conocer que en Colón el Hospital Manuel A. Guerrero, registró 136 personas con heridas cortantes, 74 heridos de bala o perdigones y 24 heridos politraumatizados, el informe aparece refrendado con la firma del doctor Salomón Morales, director médico de dicho centro hospitalario.
En cuanto a muertes en esta provincia (Colón), el Instituto de Medicina Legal de Cristóbal posee un registro en el que aparece un total de 20 muertos por arma de fuego, incluyendo por politraumatismo.
Por otro lado, en La Chorrera, el Hospital Nicolás A. Solano presenta un registro en que aparecen los nombres de los que ingresaron en la madrugada del 20 y los días posteriores, sin detallar el tipo de lesión ni el número exacto de víctimas.
Humberto Mas, exdirector del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, ente encargado de proporcionar los informes oficiales, dice que de diferentes lugares se recibió cuestionamientos en cuanto al manejo de estas cifras, siendo el común denominador que las cifras publicadas no coinciden. Varían tanto que el Comando Sur menciona hubo 500, mientras que el exprocurador de Estados Unidos, Ramsey Clark, dijo 7 mil muertos.

Pese a que el doctor Mas habla de 265 a 370 muertos y desaparecidos registrados por la institución a su cargo, el listado oficial que este instituto proporciona registra 255 muertos y 93 desaparecidos, de los 93 desaparecidos de este listado, 39 corresponden a militares y el resto son civiles.
Otro dato importante fueron los resultados de la misión de la organización americana “Médicos por los Derechos Humanos”, instalada en Panamá pasada la invasión. Ellos concluyeron en su estancia que el ataque causó daños a los panameños físicos y psicológicos, además comprobaron que durante la invasión y días siguientes,  la cifra de heridos ascendió a 3 mil y lo más importante, que un estimado de 100 cadáveres no aparecen en los listados oficiales de víctimas fatales.

No se puede dejar de mencionar el alto número de personas que se vieron afectadas al perder sus hogares, consideradas damnificadas o refugiadas de la invasión, en su mayoría de El Chorrillo, algunas de Colón y San Miguelito, que recibieron hospedaje en la Escuela Secundaria de Balboa.
Estas familias recibieron falsas promesas del gobierno norteamericano de compensar los daños causados a sus hogares, llegando a ofrecer un pago de 40 millones de dólares, de los que se pagó 22 millones;  algunas de ellas corrieron con la suerte de recibir una compensación de 800 dólares para comprar sus muebles y ropa perdida en este suceso.
¿A dónde van los desaparecidos?
Sentada en el portal de su casa ubicada en la provincia de Colón la señora Higinia Corpas rememora la noche del 20 de diciembre de 1989. "Esa noche fue una completa locura, nadie sabía lo que estaba ocurriendo si no fuera por la televisión.
 Mucha gente salió de sus hogares y no regresó”, dice con voz firme y nostálgica. “Recuerdo a un vecino muy amigo mío llamado Demetrio Aguilar que salió junto al grupo masivo de personas, hasta el sol de hoy forma parte de los cuerpos desaparecidos y la familia Aguilar sigue en su búsqueda”. Higinia aún no puede creer que nunca se pudo siquiera encontrar su cadáver y lo mismo le sucede a muchos conocidos de él, quienes entre broma y en serio buscan una razón de su desaparición: “cuando preguntaban por Demetrio, jugaban diciendo a manera de chiste que Demetrio se fue para Estados Unidos con una gringa militar".
Corpas admite que el motivo de la salida de estas personas era para formar parte del grupo masivo de saqueos en establecimientos de comercios dentro de la provincia de Colón. "Sí, yo también salí a altas horas de la noche con mi hija a ver qué podía pescar y la verdad mis hijos estaban con la necedad de que no saliera a hacer nada porque me iba buscar una mala hora. Ya habían pasado 30 minutos y en lo que estaba cerca de un establecimiento que tenía los vidrios rotos porque ya habían vandalizado ahí, mi hija se agacha para tomar un artículo, rápidamente metí la mano para jalarla porque yo veía caer un gigantesco vidrio hacia la cabeza de ella. Si no la hubiera jalado, mi hija pierde la cabeza; ella tiene una cicatriz en su mano derecha por el roce del cristal que casi acaba con su vida".
Una bomba que sigue retumbando

Uno de los casos en cuanto a desastres familiares que los medios de comunicación han ignorado, es el ocurrido a la familia Lee.
La señora Higinia narra que uno de los grupos militares lanzó una bomba en Calle 5 y Amador Guerrero, esta bomba rebotó en el muy conocido edificio 15 Pisos hasta Calle 5 y Bolívar cerca de la antigua cantina La Salty. Justamente arriba había una familia refugiada, y lastimosamente recibieron el golpe de esa bomba, que al parecer contenía ciertos químicos y radiación. Rápidamente esta familia fue trasladada a Panamá.
"Fue la peor noche que hayamos pasado, jamás nos esperamos que nosotros íbamos a recibir esta bomba, sabiendo que estábamos resguardados para evitar este tema de la invasión, hoy en día mi familia vive afectada y luchamos por la justicia de este caso hasta el día de hoy, sé que ya pasaron 30 años, pero queremos justicia", afirmó el señor Rogelio Lee, a quien la amputación de la pierna derecha le recuerda cada día aquella tragedia. Evitaron ser fotografiados.
Las secuelas de esa bomba sigue afectando a los Lee, algunos de sus miembros sufren de malformaciones corporales por la explosión de esa arma letal. Cada ciertos años deben viajar a Estados Unidos para recibir atención médica, porque en Panamá ignoran este caso y mucho menos reciben una compensación económica para su cuidado y atención.
Colón siempre ha conocido como una provincia con alto grado de peligro urbano, pero cierto es que esto no ha sido siempre, dando con la información de la señora Higinia, este acontecimiento histórico da pie a lo que hoy se conoce como una provincia de alto riesgo. “Cuando las personas comenzaron a invadir y a saquear, muchos militares panameños fueron heridos por parte de la turba de ciudadanos, entre eso, muchas armas quedaron esparcidas en la provincia de Colón y fueron tomadas y vendidas a pequeñas pandillas dentro de la provincia, estas crecieron y provocaron la división y el nacimiento de la delincuencia”, sostuvo.

La verdad sobre la invasión

Volviendo a la cantidad de víctimas de la invasión y lo que esta masacre dejó en el istmo panameño, el escritor Olmedo Beluche, cuyo libro se menciona anteriormente, tras una extensa entrevista deja claro que el objetivo de los Estados Unidos con la invasión era destruir la economía de Panamá (muy floreciente en 1989) y hacerla dependiente y subordinada a sus caprichos.
Sí, han pasado 30 años, y desde el Gobierno solo se han creado comisiones, pero la verdad aún no sale a la luz, qué pasó y quiénes fueron las víctimas panameñas aún se desconoce.
Beluche afirmó que parten de una lista de aproximadamente 300 nombres que entregó el Centro de Estudios Estratégicos, una ONG, sin embargo, en los libros publicados “La verdad sobre la Invasión”, en 1990 se entrevistó a Minerva Gómez, vocera en ese entonces del comité de derechos humanos que presidía el señor, Roberto Troncoso y el Dr. Velásquez, quienes indicaron que tenían una lista de aproximadamente 500 nombres, sin embargo nunca quisieron entregarla, situación que la cataloga como un problema, ya que la Comisión del 20 de Diciembre actual parte de una lista pequeña y los señores antes mencionados hablaban de 500 personas. “Insistamos que la Comisión del 20 de Diciembre debe citar a Minerva Gómez y Roberto Troncoso para que muestren las listas que tenían y expliquen de dónde sacaron esa lista.
Por otro lado, hace referencia al armamento utilizado por el coloso del norte contra Panamá. “Se estrenó armamento muy sofisticado que en ese momento eran nuevos, el famoso avión fantasma, los helicópteros Apache y Cobra, las armas con láser que ahora son muy comunes, el láser que apunta un punto desconociendo de donde viene el misil y pega el punto. Estrenaron en Panamá todos los armamentos que después se utilizó en la guerra en el golfo pérsico”.


En el libro escrito por Beluche Preguntas y Respuestas de la Invasión está el listado de los tipos de armas que se utilizaron en ese momento.
Sin embargo, el sociólogo destaca a la doctora Gilma Camargo, quien en nombre de un grupo de víctimas demandó ante el Comité Internacional de Derechos Humanos que falló a favor de las víctimas y ha dicho que los Estados Unidos tiene la responsabilidad, incluso de indemnizarlos, lo que ha sido un paso adelante, pero “no nos hacemos ilusiones porque la política de los Estados Unidos, siempre ha sido no reconocer en el caso de las víctimas civiles, ni mucho menos indemnizar a nadie”.

Los gringos nunca se han ido de Panamá

Los catedráticos Olmedo Beluche y Gilberto Marulanda coinciden en muchas opiniones; sin embargo, resalta el hecho de que los gringos nunca se han ido de Panamá y respaldan esa posición en el hecho de que, por ejemplo, tienen presencia en la provincia de Darién.
“No hay bases militares, pero los gringos siguen interviniendo porque hay gringos con la frontera con Colombia, con combates de droga y hacen ejercicios militares todos los años como el que vimos en diciembre”, dice Beluche, quien recuerda el famoso acuerdo Salas-Becker firmado en 2002 bajo el mandado de Mireya Moscoso. “Cuando revirtió el Canal lo primero que hizo fue un acuerdo de seguridad que se llama Salas-Becker el cual le otorga a los Estados Unidos el derecho de vigilar el mar territorial y el espacio aéreo, para el combate narcotráfico, por eso hay militares y aviones, barcos o portaaviones como en los Estados Unidos en las inmediaciones del mar territorial panameño.

“La invasión no fue un hecho traumático que le sucedió a una generación y personas que no conocemos, es algo que sigue pasando todos los días, sobre todo a los jóvenes de hoy que nacieron incluso después de la invasión, porque si a usted no le gusta el modelo político que tenemos de la partidocracia, de políticos corruptos que actúan a su antojo y se apropian de los bienes públicos, que sepan que ese régimen político que hoy tenemos, fue impuesto por los Estados Unidos en 1990, y pactado por los partidos y las figuras prácticamente no han cambiado que en ese momento aceptaron el pacto y se ha mantenido durante 30 años. Si a usted le parece que el modelo económico no está ayudando al pueblo panameño, que cada vez somos más pobres, los jóvenes no tienen empleos sepan que el modelo económico fue impuesto por el Convenio de Donación en julio de 1990, y se ha mantenido, ha sido un producto de la invasión norteamericana”, resalta.
La invasión a Panamá, no es algo del pasado, sigue sucediendo todos los días. “Nunca fue una causa justa, ni hoy ni ayer ni nunca, fue un objetivo de los Estados Unidos para imponernos su dominación como siempre y ha sido el hecho más sangriento en la historia de Panamá, que ni en la Guerra de los Mil Días murió tanta gente como el 20 de diciembre del año 1989”, concluyó Beluche.

Link relacionado a la invasión
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